En el reino de
los placeres prohibidos, el sexo y la comida son, sin duda alguna, los más
deliciosos, adictivos y necesarios para vivir. El primero es la pulsión de vida
que nos permite reproducirnos, poblar el mundo y darle continuidad a la
historia de la humanidad. El segundo, la comida, es indispensable para la
sobrevivencia; si no nos alimentamos, simplemente morimos.
Autor Desconocido. |
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Pero más allá de
lo elemental de estas dos actividades, los seres humanos, les hemos dado un
sentido mucho más complejo en el que la cultura, las sensaciones y sentimientos,
los tiñen de elementos lúdicos y hasta perversos que los hacen más
interesantes.
Comer y tener sexo, han formado además una dupla sensacional, una lleva a la otra y en ocasiones ambas parecen lo mismo. Nos comemos a besos, mordemos los labios del otro que saben a miel y el aroma del cuerpo del ser amado nos remite a los frutos y a las especias más excitantes.
Así las cosas, el sexo empieza a convertirse en un acto delicioso en el que no solo se unen cuerpos por instinto, sino personas, recuerdos, historias, deseos y ganas de agradar y de sentir intensamente al otro. Ahora este acto se trata de hacer el amor.
Y cuando el
comer se transforma un acto social y significativo por la convivencia con el
otro, dejamos de alimentarnos para entonces degustar, disfrutar y paladear.
Cuando se trata de conquistar y compartir con
la persona amada una buena comida se vuelve indispensable y de alguna manera
instintiva sabemos que ciertos alimentos o bebidas tendrán un efecto excitante.
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